El título del artículo de Nuria
Chinchilla
(¡No más lavado de cerebro en Noruega!
Desmontan el mito de la ideología de género!) expresa muy bien lo que no
debe ser un escrito que se pretende científico. Es más un eslogan
propagandístico o un lema político-ideológico. Afirmar que la ideología de
género es un lavado de cerebro, es no saber en qué consiste un lavado de
cerebro aunque sea metafórico. Pero no es lo peor el título sino lo que se
expone a continuación.
Comienza con la noticia -de
Diciembre de 2011- de que el “Consejo Nórdico de Ministros (Consejo
Intergubernamental de Cooperación Nórdico: Noruega, Suecia, Finlandia,
Dinamarca e Islandia) decidió cerrar el Instituto de
género nórdico NIKK que estaba situado en Oslo”, y continúa con
la exposición de en qué consiste la ideología
de género. Para la autora, dicha ideología defiende que “el ser hombre o mujer no es una cuestión
biológica sino cultural”. No cabe mayor error conceptual que semejante
afirmación. El género expresa unas características que se suponen
pertenecientes a un modo de ser de la persona. Una mujer o un hombre pueden ser
masculinos o femeninos, sin dejar por ello de ser mujer u hombre. Lo que dice
la ideología de género es que el ser masculino o femenino es fundamentalmente
cultural, no el ser hombre o mujer.
Como prueba de la “falsedad” de
la ideología de género, Nuria señala la desaparición del NIKK después de que un
documental de la televisión noruega cuestionara los logros de dicho instituto
en lo referente al cambio de actitudes de hombre y mujeres respecto a los
estereotipos de género y, más en concreto, a las tendencias profesionales de
hombre y mujeres. Pues bien, la verdad o falsedad de la ideología de género no
depende ni de la existencia ni de la desaparición de un instituto determinado,
de la misma manera que la verdad o falsedad del geocentrismo no dependió de la
existencia o desaparición de la Inquisición. De hecho, el instituto desapareció
pero no así los Ministerios de Igualdad de Género de los países que lo
impulsaron.
La traca final, sin embargo, es
digna de las Fallas valencianas. Nuria nos avisa: “Una ramificación de esta ideología (la de la discriminación
positiva privilegiada para gays, lesbianas, transexuales y bisexuales) está
estos días batallando por ganar en algunos parlamentos autonómicos de España.
Lo peor de esta teoría política que se está imponiendo de manera dictatorial
con rotunda censura a los que la critiquen, no es que sea mala en sí, es que
sea falsa como demostró este documental”. Está
claro que la autora no distingue entre sexo y género, entre discriminación
positiva y no-discriminación, entre documental y prueba científica, entre dictadura
y desacuerdo con sus opiniones…
Lo más
preocupante, sin embargo, es que haya personas que se identifiquen con los
planteamientos de Nuria, no porque sean de ella, sino porque son radicalmente
falsos.