viernes, 8 de marzo de 2019

¡Leña al mono!



Me resulta difícil entender la actitud de algunas personas que se dicen de izquierdas, e incluso confiesan ser votantes de Podemos, pero que, una y otra vez, se dedican a criticarlo. Claro, se me dirá que la crítica y la autocrítica son señas de identidad de la izquierda, y no les faltará razón. Sin embargo, cuando la crítica sirve más para fortalecer al rival político que para propiciar un cambio sustancial en la práctica política de quien se critica, la cosa no resulta tan sencilla.
                Antes, fueron los conflictos en el seno del partido en Navarra, con dos bloques claramente enfrentados por sus distintas concepciones de la que debería ser la acción política en esta comunidad. Ahora, el detonante ha sido un cartel, que el propio protagonista ha criticado,  anunciando la vuelta de Pablo Iglesias a la política oficial. En ambos casos, los medios de comunicación (?), casi sin excepción -porque no hay ninguno que comulgue con lo que representa Podemos-, se han lanzado a dar la noticia con grandes titulares y a lo largo de varios días. Durante años, ese partido ha estado haciendo propuestas políticas, la mayoría, por no decir todas, en defensa de los derechos de la ciudadanía más desfavorecida. Poco se encontrará en dichos medios acerca de esas propuestas. Podemos es un partido incómodo para el capital, tanto estatal, como autonómico, tanto unionista como separatista. Por eso, los medios que representan esas ideologías lo silencian, hasta bordear la desaparición forzosa. En nuestro ámbito geográfico, EITB, Diario de Navarra, Diario de Noticias, El Correo, La Ser…son ejemplos palmarios de lo que afirmo.
                En este contexto, caer en el juego de quienes tienen como objetivo el hundimiento y desaparición de ese partido, criticando cosas tan baladíes como la oportunidad o no, la corrección o no, de un cartel me resulta de una candidez que considero que debe ser desvelada. Doy por supuesta la buena fe de quienes ejercen esa crítica desde la izquierda y con finalidades constructivas, pero eso no elimina el error político que supone. Si no se entiende qué diferencia hay entre lo fundamental y lo secundario, si caemos en el juego del capital de ascender a fundamental lo que es secundario cuando se trata de criticar a la izquierda y, por el contrario, de convertir en secundario lo principal cuando se trata de los errores de la derecha que lo representa, la buena fe, el purismo ideológico, será el condimento que servirá para aliñar las políticas antidemocráticas que dicho capital quiere imponer.