Desde hace bastante tiempo,
se ha ido extendiendo la tesis que establece una equiparación –casi diría que
identidad- entre el fascismo/nazismo y el comunismo. Quienes se han considerado a sí
mismos liberales (como, por ejemplo, F. Hayek, A. Rand e I. Berlin), aunque no
solo ellos, la han utilizado sin cesar en sus escritos para criticarlos y
denunciar el peligro que ambos entrañan. Y decía que no solo ellos porque
también una parte de la llamada izquierda, principalmente la de la órbita de
los partidos socialistas, se ha sumado a la citada tesis.
El argumento de base para
sustentar la semejanza entre fascismo/nazismo y comunismo se centra en mostrar ejemplos
históricos en donde ambas visiones políticas se han hecho realidad –acudiendo,
además, a la personalización a través de las figuras de Hitler y Stalin-, y
mostrando el resultado de muerte y ausencia de libertades a que dieron lugar.
Si ese argumento se extendiera a todas las propuestas políticas y religiosas
que en la historia han sido, la conclusión no podría ser otra que la que esos
autores extraen para el fascismo/nazismo y el comunismo, es decir, su rechazo absoluto,
ya que todas ellas han sido causa de muertes y de ausencia de libertades en
algún momento de su existencia histórica y a través de personas que se han
reclamado como sus representantes.
Sin embargo, no es esa la
conclusión que extraen. El motivo de todo ello no se encuentra tanto en querer
salvar a la humanidad de esos regímenes, sino en evitar que el pensamiento
comunista pueda extenderse y calar en la sociedad. Porque, de esa equiparación,
el verdaderamente perjudicado es el comunismo, entendido no como régimen
político –cosa que sería una contradicción, pues comunismo y estado son
lógicamente incompatibles- sino como proyecto de organización de la sociedad.
En efecto, si analizamos qué proponen el fascismo y el comunismo desde el punto
de vista teórico, encontraremos que no cabe mayor diferencia, ya que,
independientemente de mayores concreciones, mientras que el primero habla de
razas y de superioridad de unas sobre otras, el segundo habla de la humanidad.
Obviar esta diferencia es lo que convierte a esos autores en manipuladores, a
pesar de que se nos presenten como lo contrario, es decir, como
intelectuales que se esfuerzan por evitar que la ciudadanía sea manipulada.
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