Se critica a Pedro Sánchez por afirmar que “Este Gobierno no va a contribuir a socavar el pacto constitucional ni a la inestabilidad”, es decir, por no cuestionar la monarquía. Y quien lo hace, mayoritariamente, es la gente que dice identificarse con la izquierda, independentista o no independentista, incluidas las personas que ocupan escaños en el Parlamento español. Lo curioso del caso es que todas estas personas representantes han jurado o prometido la Constitución, que en el artículo 1 establece que La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria. Claro, se dirá que algunas de ellas lo hicieron “por imperativo legal”, pero lo que no se puede negar es que lo hicieron y lo mantienen. ¿Cómo se justifica que quienes están en contra de la monarquía accedan a prometerle o jurarle obediencia y critiquen que quien preside el gobierno, es decir, quien más debe respetar la legalidad, no se manifieste en contra?
Otro tanto cabría
decir de todas aquellas personas que han accedido a la función pública (incluidas
las supuestamente más capaces intelectualmente hablando, como sería el
profesorado de universidad, entre quienes están, también, miembros del
gobierno) y cuyo estatuto exige el respeto a la institución monárquica. Las redes
sociales están repletas de reproches de muchas de estas personas a Pedro
Sánchez por la razón arriba expuesta, y, en muchos casos, con una carga
emocional que lleva al desprecio o al insulto.
La falta de cultura
política lleva en demasiadas ocasiones a no saber distinguir gobierno de
partido, partido de militancia, militancia de votantes…y con facilidad caemos
en la tentación de ver la realidad con las gafas de nuestros deseos, que no
saben de tácticas, ni menos aún de estrategias, y que simplifican lo complejo
distribuyendo a las personas en dos grandes grupos: las que comparten mis
deseos, y las que no.
Soy republicano,
pero acepté la monarquía para poder acceder a mi puesto de trabajo. Eso es lo
único que he hecho y haré en mi vida por la monarquía, pero, como diría Sartre,
asumo que actué de forma no auténtica, que no tuve el valor de jugármela para ser
consecuente al cien por cien con mis ideas políticas. Desearía que hubiera una
mayoría parlamentaria que defendiese la república, pero, hoy, no la hay, así que
solo restan dos opciones: o un alzamiento popular que obligue al cambio de
régimen, cosa que no se vislumbra en el horizonte, o la lucha ideológica por
convencer a la mayoría necesaria para ello, algo que es factible. Mientras,
procuraré no criticar a los demás, incluido Pedro Sánchez, por no hacer lo que
yo, pudiendo, no soy capaz de hacer.