sábado, 22 de enero de 2011

Miedo a la democracia

MIEDO A LA DEMOCRACIA

Miedo a la democracia, sí, miedo a la libertad al fin y al cabo. Miedo a que el demos -el pueblo- opine, decida, gobierne. Miedo del pueblo a gobernar, a exigir el poder que le corresponde. Miedo de los partidos y sindicatos a que se gobierne desde la base, miedo a convertir al triángulo en círculo -triángulo que es símbolo del poder, triángulo aristocrático de Platón, Ortega y tantos otros, triángulo desde el que se permite a la base mirar a la altura, trazarla incluso, pero nunca acompañarla al vértice de los elegidos; miedo, en fin, a la equidistancia.

Miedo a la voz discrepante en los papeles impresos, a que se cuelen ideas subversivas en forma de pregunta del tipo: ¿existe justicia? Miedo a abrir “las cuadras” de los diarios a gentes sin estirpe intelectual.

Miedo a educar en democracia desde la democracia de lo pequeño, miedo a compartir el saber y el no saber –que, a veces, representa la verdad no oficial-. Miedo de perder el poder que dan los títulos o el que se alcanza con la miseria de la sumisión.

Miedo a debatir, a confrontar, a discutir, a enfadarse, a sentir en suma. Miedo a llamar a las cosas por su nombre, a señalar con el dedo al mentiroso de la política, al demagogo que nos quiere hacer creer que el poder pertenece al pueblo.

¡Temamos más al miedo que a su causa! Eso nos liberará. Así habló...

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