El Ministerio de Igualdad ha abierto una consulta pública sobre una futura “ley trans”, como reconocen las ocho firmantes de la Carta abierta al Gobierno de España. No se entiende que exijan un debate en el que ya están participando, a no ser que pretendan tener un protagonismo más allá del que emana de sus personas.
Quienes firman la carta no representan a ninguna
asociación, sino que lo hacen a título individual. ¿Está obligado el Ministerio
de Igualdad a tomar en consideración todas las cartas suscritas por personas
individuales o grupos de personas? Si se convocara a todas las asociaciones y
personas interesadas, tal y como se propone en dicha carta, es evidente que lo
que se lograría es que la ley no saliera adelante, y se entrara en un proceso
sin fin que, además, provocaría enfrentamientos y divisiones en el movimiento
feminista y en la sociedad en general. ¿Cómo sería ese proceso de debate y
reflexión? ¿quién tomaría parte y cómo? ¿Quién lo dirigiría? ¿Cómo se tomarían
las decisiones? ¿Quién informaría a la ciudadanía, y de qué?
La carta en cuestión contiene elementos ya utilizados
por las creencias religiosas para atacar a las ideas que no concuerdan con su
fe. En concreto, se parte de una afirmación categórica (“la autodeterminación
del sexo es imposible”), que solo se justifica con otras afirmaciones
igualmente categóricas (“el sexo es realidad biológica constatable, dato
objetivo y realidad material”) que no se sustentan con ningún argumento, dato o
prueba que las confirme. Sí existen, sin embargo, estudios que rebaten esas
afirmaciones, como son los de Anne Fausto-Sterling, y experiencias vitales
crueles, como las sufridas por la atleta española María Patiño, debidas a esa
creencia en la objetividad del sexo.
Por otra parte, se acusa a quienes promueven la “ley
trans” de algo que solo existe en las mentes de las firmantes de la carta, como
es, que apoyan los estereotipos que siempre ha rechazado el feminismo, cuando
es justamente lo contrario. Es decir, convierten su interpretación del posible
contenido de la propuesta de ley en una verdad absoluta, y se presentan como
las representantes del verdadero feminismo.
Habría que añadir, además, la utilización que hacen de
la tan manida falacia de la pendiente resbaladiza, exponiendo toda una serie de
consecuencias desastrosas que tendría la implantación de dicha ley (“La defensa de las mujeres, el mantenimiento de los espacios
reservados, las cuotas, las ayudas, la diferenciación por sexos en
competiciones deportivas, o los datos desagregados por sexo para analizar el
comportamiento social o tomar medidas frente a las desigualdades entre los
sexos son otros de los derechos conculcados si se sustituye sexo por género
sentido”), sin justificar por qué
serían esas las consecuencias y no sus contrarias o simplemente otras distintas.
Las personas firmantes de la carta, dicen abogar por
un conjunto de libertades, entre las que estaría la “elección sexual”, y se
manifiestan contrarias a la discriminación por ese motivo, pero, a continuación,
ponen límites a esa libertad dejando al margen la elección del sexo, al que
denominan “realidad material”.
Desconozco en qué pueda consistir el motivo por el que
hay personas que desean tener un sexo distinto al que socialmente se les
atribuye, y quieren cambiarlo, pasando de ser hombres a mujeres y viceversa. De
lo que sí puedo hablar es del sufrimiento que padecen esas personas y sus
allegadas. Sufrimiento en el descubrimiento de la contradicción entre cómo una
persona se ve a sí misma, y cómo la ve la sociedad, sufrimiento ante el dilema
de cómo comunicarlo, sufrimiento ante las sospechas de quienes están al acecho
de lo diferente para castigarlo; sufrimiento ante el futuro incierto que les
aguarda… Ciertamente, esas personas no son muchas cuantitativamente hablando,
pero ignorarlas, intentar adoctrinarlas en la fe verdadera del sexo natural y
objetivo es una crueldad. Afrontar el problema desde un punto de vista social,
con el objetivo de dar cauce a esa vivencia, es tomar postura moral. Y, para
ello, es imprescindible que esas personas sean las protagonistas, porque el
sexo y no solo el género, como el vivir y el morir, es algo que no pertenece a
toda la sociedad, sino algo que compete en exclusiva a la persona.
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