El Logos nació en Grecia, y Grecia lo alimentó, primero, con la naturaleza, después, con las ideas y, por último, con ambas a la vez. También lo educó poniéndole unas normas y marcándole unos límites que con el cristianismo olvidó.
Aquel Logos originario, que pretendía ser y dar razón de los acontecimientos, fue perdiendo sus raíces y olvidándose de sí para pasar a ser, no ya principio y fin, sino sólo medio, instrumento de fines contradictorios, es decir, su pura negación.
El límite de su decadencia, sin embargo, lo alcanza con la llegada y desarrollo del capitalismo y de su creación más ignominiosa: la Lógica del Mercado, el Logos convertido en pura mercancía.
Tsipras y Varoufakis han rescatado del olvido aquel Logos originario, pero enfrente se han encontrado con unas personas acomplejadas, acostumbradas a ser oídas sin ser respondidas, que confunden el poder con la verdad y que creen que son las cosas las que dan razón del Logos y no al revés.
La belleza, la alegría de vivir, la inteligencia, el LOGOS, frente a la fealdad, la amargura, la envidia y el poder del dinero.
Pero Europa era una diosa griega. Europa es Grecia.
miércoles, 8 de julio de 2015
martes, 14 de abril de 2015
Si pudiera
Si
pudiera lograr que las palabras cobraran vida, que fueran alegría y
tristeza, dolor y gozo, denuncia y no renuncia; si consiguiera expresar
en una frase la miseria, la injusticia, o desvelar la bajeza moral del
capitalismo escondida tras la máscara de la hipocresía; si fuera capaz
de que lo expresado llegara directamente al corazón, a la patria del
amor y de la compasión comprometida, entoces sería Eduardo Galeano.
jueves, 23 de octubre de 2014
El ventilador
EL VENTILADOR
-“¿Qué hacer -se
preguntaba el Gran Hermano- cuando la corrupción desborda las cloacas del poder
y emerge a la superficie?, ¿cómo conseguir que el pueblo enfurecido por la
pobreza en la que le he sumido no dirija sus iras hacia mi persona?”.
Llamó al responsable del Miniver (el Ministerio de la
Verdad) para encargarle la búsqueda de una respuesta a sus preguntas. No
tardó mucho tiempo en traer lo que el Gran Hermano le demandaba.
-“Es sencillo -dijo-, basta con aplicar el ventilador. Si
tenemos un montón de polvo de carbón y otro de harina sobre un suelo gris, se
percibirán con claridad y se podrán diferenciar; si colocamos el ventilador en
marcha apuntando hacia dichos montones, ambos polvos se esparcirán por el suelo,
haciendo muy difícil, por no decir imposible, distinguirlos. Con la corrupción
ocurrirá lo mismo, amado Gran Hermano, esparzámosla por doquier y no habrá
forma de distinguirla de la honradez.”
Y así se hizo.
miércoles, 17 de septiembre de 2014
La supuesta muerte de la ideología de género
El título del artículo de Nuria
Chinchilla[1]
(¡No más lavado de cerebro en Noruega!
Desmontan el mito de la ideología de género!) expresa muy bien lo que no
debe ser un escrito que se pretende científico. Es más un eslogan
propagandístico o un lema político-ideológico. Afirmar que la ideología de
género es un lavado de cerebro, es no saber en qué consiste un lavado de
cerebro aunque sea metafórico. Pero no es lo peor el título sino lo que se
expone a continuación.
Comienza con la noticia -de
Diciembre de 2011- de que el “Consejo Nórdico de Ministros (Consejo
Intergubernamental de Cooperación Nórdico: Noruega, Suecia, Finlandia,
Dinamarca e Islandia) decidió cerrar el Instituto de
género nórdico NIKK que estaba situado en Oslo”, y continúa con
la exposición de en qué consiste la ideología
de género. Para la autora, dicha ideología defiende que “el ser hombre o mujer no es una cuestión
biológica sino cultural”. No cabe mayor error conceptual que semejante
afirmación. El género expresa unas características que se suponen
pertenecientes a un modo de ser de la persona. Una mujer o un hombre pueden ser
masculinos o femeninos, sin dejar por ello de ser mujer u hombre. Lo que dice
la ideología de género es que el ser masculino o femenino es fundamentalmente
cultural, no el ser hombre o mujer.
Como prueba de la “falsedad” de
la ideología de género, Nuria señala la desaparición del NIKK después de que un
documental de la televisión noruega cuestionara los logros de dicho instituto
en lo referente al cambio de actitudes de hombre y mujeres respecto a los
estereotipos de género y, más en concreto, a las tendencias profesionales de
hombre y mujeres. Pues bien, la verdad o falsedad de la ideología de género no
depende ni de la existencia ni de la desaparición de un instituto determinado,
de la misma manera que la verdad o falsedad del geocentrismo no dependió de la
existencia o desaparición de la Inquisición. De hecho, el instituto desapareció
pero no así los Ministerios de Igualdad de Género de los países que lo
impulsaron.
La traca final, sin embargo, es
digna de las Fallas valencianas. Nuria nos avisa: “Una ramificación de esta ideología (la de la discriminación
positiva privilegiada para gays, lesbianas, transexuales y bisexuales) está
estos días batallando por ganar en algunos parlamentos autonómicos de España.
Lo peor de esta teoría política que se está imponiendo de manera dictatorial
con rotunda censura a los que la critiquen, no es que sea mala en sí, es que
sea falsa como demostró este documental”. Está
claro que la autora no distingue entre sexo y género, entre discriminación
positiva y no-discriminación, entre documental y prueba científica, entre dictadura
y desacuerdo con sus opiniones…
Lo más
preocupante, sin embargo, es que haya personas que se identifiquen con los
planteamientos de Nuria, no porque sean de ella, sino porque son radicalmente
falsos.
[1] http://blog.iese.edu/nuriachinchilla/2014/07/no-mas-lavado-de-cerebro-en-noruega-desmontan-el-mito-de-la-ideologia-de-genero/
martes, 25 de febrero de 2014
Humor y oportunidad
La buena intención no siempre trae como consecuencia la acción
correcta. La intención de Jordi Évole con su ya famosa broma -no sé por qué se
le ponen nombres ingleses- era, según sus palabras, hacernos reflexionar sobre
lo peligrosa que es la credulidad que otorgamos en muchas ocasiones a lo que se
nos cuenta en los medios de información. Intención, sin duda, buena. El
artificio para invitarnos a la reflexión ha sido inventar una historia, el
relato falso de unos hechos, falsedad que el mismo autor descubre al final de
dicha historia ficticia.
¿Qué hay de malo en todo esto?¿Por qué mucha gente se ha
ofendido?¿Es aceptable que la gente se enoje por una broma que dura alrededor
de una hora? En mi opinión, Jordi no valoró correctamente todas las
circunstancias que han provocado ese enfado. Me refiero en concreto al poder
que ha adquirido su persona y su trabajo en televisión. Considero que el éxito
que disfruta se debe, sobre todo, a su empeño por descubrir la verdad de todos
los temas que ha tratado. Ese afán por la verdad en un mundo donde lo que prima
es, por el contrario, la mentira ha provocado que tantas personas se hayan
sentido atraídas, generando una confianza en lo que dice mayor que la que se
puede otorgar a la mayoría. Y, para ello, no ha hecho falta recurrir a la broma
con forma de engaño. Quienes creemos en él lo hacemos desde la conciencia de
que continuamente podemos ser engañados, pero no por él. Y la sensación de ser
engañados, el conocimiento de que alguien se apodera de tu conciencia y la
dirige hacia donde desea es, creo, una de las sensaciones más desagradables.
Si, además, es alguien en quien confías de manera casi absoluta la sensación de
desagrado aumenta proporcionalmente.
Es lo que tienen las sensaciones, que como decía Hume,
dominan a la razón. Por eso, las explicaciones a posteriori, aun siendo
plausibles no consiguen en muchos casos anular el efecto de aquéllas. El tiempo
lo curará.
sábado, 9 de noviembre de 2013
CEGUERA
La justicia, o es ciega o no es justicia. No es por
casualidad, por estética o por esnobismo que se la represente con los ojos
tapados por un velo. Porque si viera a quien tiene que juzgar las pasiones se
apoderarían de ella, generándole bien venganza, bien compasión. Pero ni la
venganza ni la compasión son justicia, como sus propios nombres indican. Si la
justicia tuviera que decidir sobre un acto realizado por uno de sus hijos y
tuviera ocasión de verlo, de conocerlo antes de tomar una decisión, ¿alguien
duda de que su maternidad entraría en conflicto con el hecho de juzgar,
influyendo en y contaminando su decisión?
Corresponde a la justicia ser universal en su aplicación, no
distinguir casos iguales, ni tratar igual casos diferentes. Su expresión debe
ser formal, al estilo de las ciencias del mismo nombre, como la lógica o las
matemáticas. En éstas, lo importante no es el contenido concreto de sus
expresiones sino que los principios, leyes, axiomas, etc., se cumplan, es
decir, se trata de fijar las condiciones que debe respetar una expresión para
ser correcta desde el punto de vista matemático o lógico, sin tener en cuenta
si en la realidad a la que se aplica hay manzanas, personas, presos o víctimas.
Por todo lo anterior, llámese como se llame, una determinada
ley no puede ser modificada en función de quiénes sean las personas a las que
se dirige, ni por presiones de los acusados o de las víctimas, menos aún para
cambiar una sentencia ya emitida por tribunales en contextos políticos iguales,
es decir, bajo el mismo sistema político.
Todo lo anterior es la base de la sentencia del Tribunal de
los DDHH de Estrasburgo y que los mandatarios políticos y los máximos
tribunales españoles han ignorado, provocando con ello la ira de las víctimas y
el desconcierto de gran parte de la ciudadanía.
martes, 11 de junio de 2013
Unidos por el fútbol
El fútbol tiene una historia de amores y desamores muy vinculada a los
vaivenes ideológicos que, por lo menos a quienes vivimos el franquismo, nos han
ido marcando como personas políticas. Es curioso comprobar cómo hemos ido
cambiando imperceptiblemente nuestra visión de determinados elementos que
componen la vida social. Lo que en el franquismo eran reivindicaciones, como,
por ejemplo, el derecho a la autodeterminación, han pasado a ser sinónimo de
demandas antidemocráticas; lo que, como el fútbol, eran subterfugios que el
poder utilizaba para alejarnos de la actividad política, es decir, para
tenernos domesticados, se han convertido en iconos culturales, en algo
incuestionable, inicuo desde el punto de vista ideológico-político. Este
cambio, sin embargo, no parece que haya sido producto de una reflexión sino,
más bien, de una inoculación imperceptible, de una adaptación al medio ambiente
del capitalismo de última hora.
Vistas las cosas con una cierta perspectiva, no
quedándonos en lo superficial, lo que se constata es que, en lo que respecta al
fútbol, aparte de ser un deporte, un negocio, un espectáculo de masas, etc.,
cumple una función que tiene bastante que ver con la lucha ideológica entre
quienes detentan el poder económico y quienes sufren ese poder. Desde luego que
no es exclusivo del fútbol y que todo lo que afirmo a propósito de él es
igualmente aplicable a otros deportes, pero es innegable que el efecto es
inmensamente mayor en éste por la cantidad de personas involucradas.
En el fútbol se da la circunstancia de que la pertenencia a la llamada
afición de un equipo no sólo no tiene que ver con motivaciones de clase social
-que, aunque nos digan lo contrario, siguen existiendo- sino que éstas se
borran absolutamente, de tal suerte que las personas seguidoras de un equipo sienten por encima de todo los colores
del mismo. Y no sólo eso, ocurre también que la rivalidad, que llega en muchas
ocasiones al desprecio y al odio hacia las aficiones de otros equipos, se
establece en función de la pertenencia a uno u otro equipo independientemente
de su situación socioeconómica. Por eso, en varias ocasiones he tenido la
oportunidad de escuchar en la radio afirmaciones del tipo “el equipo XX está por
encima de las clases y de las ideologías, tanto trabajadores como empresarios
se sienten del XX”. La verdad es que es curioso comprobar cómo el empresario
que te ha puesto en la calle se hace uno contigo, mientras el trabajador del
equipo contrario pasa a ser tu enemigo declarado. Se me admitirá que,
independientemente de si existe voluntariedad o no por parte del poder
económico-político, esa visión del fútbol -y de otros deportes, insisto- le
favorece totalmente.
En el fondo, lo que está en juego en los campos de fútbol son los
sentimientos, y a ellos se dirigen los esfuerzos del poder para controlarnos.
Quien se adueñe de los sentimientos manejará las voluntades en gran medida. Si
lo que sentimos por un equipo de fútbol está por encima de lo que sentimos por
una trabajadora en apuros, el poder económico está ganando la partida. Y creo
que, hoy, esa es la cruel realidad.
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