miércoles, 8 de julio de 2015

Logos

 El Logos nació en Grecia, y Grecia lo alimentó, primero, con la naturaleza, después, con las ideas y, por último, con ambas a la vez. También lo educó poniéndole unas normas y marcándole unos límites que con el cristianismo olvidó.
 Aquel Logos originario, que pretendía ser y dar razón de los acontecimientos, fue perdiendo sus raíces y olvidándose de sí para pasar a ser, no ya principio y fin, sino sólo medio, instrumento de fines contradictorios, es decir, su pura negación.
 El límite de su decadencia, sin embargo, lo alcanza con la llegada y desarrollo del capitalismo y de su creación más ignominiosa: la Lógica del Mercado, el Logos convertido en pura mercancía.
 Tsipras y Varoufakis han rescatado del olvido aquel Logos originario, pero enfrente se han encontrado con unas personas acomplejadas, acostumbradas a ser oídas sin ser respondidas, que confunden el poder con la verdad y que creen que son las cosas las que dan razón del Logos y no al revés.
 La belleza, la alegría de vivir, la inteligencia, el LOGOS, frente a la fealdad, la amargura, la envidia y el poder del dinero.
 Pero Europa era una diosa griega. Europa es Grecia.

martes, 14 de abril de 2015

Si pudiera



Si pudiera lograr que las palabras cobraran vida, que fueran alegría y tristeza, dolor y gozo, denuncia y no renuncia; si consiguiera expresar en una frase la miseria, la injusticia, o desvelar la bajeza moral del capitalismo escondida tras la máscara de la hipocresía; si fuera capaz de que lo expresado llegara directamente al corazón, a la patria del amor y de la compasión comprometida, entoces sería Eduardo Galeano.

jueves, 23 de octubre de 2014

El ventilador




EL VENTILADOR

            -“¿Qué hacer -se preguntaba el Gran Hermano- cuando la corrupción desborda las cloacas del poder y emerge a la superficie?, ¿cómo conseguir que el pueblo enfurecido por la pobreza en la que le he sumido no dirija sus iras hacia mi persona?”.
Llamó al responsable del Miniver (el Ministerio de la Verdad) para encargarle la búsqueda de una respuesta a sus preguntas. No tardó mucho tiempo en traer lo que el Gran Hermano le demandaba.
-“Es sencillo -dijo-, basta con aplicar el ventilador. Si tenemos un montón de polvo de carbón y otro de harina sobre un suelo gris, se percibirán con claridad y se podrán diferenciar; si colocamos el ventilador en marcha apuntando hacia dichos montones, ambos polvos se esparcirán por el suelo, haciendo muy difícil, por no decir imposible, distinguirlos. Con la corrupción ocurrirá lo mismo, amado Gran Hermano, esparzámosla por doquier y no habrá forma de distinguirla de la honradez.”
Y así se hizo.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

La supuesta muerte de la ideología de género




El título del artículo de Nuria Chinchilla[1] (¡No más lavado de cerebro en Noruega! Desmontan el mito de la ideología de género!) expresa muy bien lo que no debe ser un escrito que se pretende científico. Es más un eslogan propagandístico o un lema político-ideológico. Afirmar que la ideología de género es un lavado de cerebro, es no saber en qué consiste un lavado de cerebro aunque sea metafórico. Pero no es lo peor el título sino lo que se expone a continuación.
Comienza con la noticia -de Diciembre de 2011-  de que el “Consejo Nórdico de Ministros (Consejo Intergubernamental de Cooperación Nórdico: Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca e Islandia) decidió cerrar el Instituto de género nórdico NIKK que estaba situado en Oslo”, y continúa con la exposición de en qué consiste la ideología de género. Para la autora, dicha ideología defiende que “el ser hombre o mujer no es una cuestión biológica sino cultural”. No cabe mayor error conceptual que semejante afirmación. El género expresa unas características que se suponen pertenecientes a un modo de ser de la persona. Una mujer o un hombre pueden ser masculinos o femeninos, sin dejar por ello de ser mujer u hombre. Lo que dice la ideología de género es que el ser masculino o femenino es fundamentalmente cultural, no el ser hombre o mujer.
Como prueba de la “falsedad” de la ideología de género, Nuria señala la desaparición del NIKK después de que un documental de la televisión noruega cuestionara los logros de dicho instituto en lo referente al cambio de actitudes de hombre y mujeres respecto a los estereotipos de género y, más en concreto, a las tendencias profesionales de hombre y mujeres. Pues bien, la verdad o falsedad de la ideología de género no depende ni de la existencia ni de la desaparición de un instituto determinado, de la misma manera que la verdad o falsedad del geocentrismo no dependió de la existencia o desaparición de la Inquisición. De hecho, el instituto desapareció pero no así los Ministerios de Igualdad de Género de los países que lo impulsaron.
La traca final, sin embargo, es digna de las Fallas valencianas. Nuria nos avisa: “Una ramificación de esta ideología (la de la discriminación positiva privilegiada para gays, lesbianas, transexuales y bisexuales) está estos días batallando por ganar en algunos parlamentos autonómicos de España. Lo peor de esta teoría política que se está imponiendo de manera dictatorial con rotunda censura a los que la critiquen, no es que sea mala en sí, es que sea falsa como demostró este documental”. Está claro que la autora no distingue entre sexo y género, entre discriminación positiva y no-discriminación, entre documental y prueba científica, entre dictadura y desacuerdo con sus opiniones…
Lo más preocupante, sin embargo, es que haya personas que se identifiquen con los planteamientos de Nuria, no porque sean de ella, sino porque son radicalmente falsos.


[1] http://blog.iese.edu/nuriachinchilla/2014/07/no-mas-lavado-de-cerebro-en-noruega-desmontan-el-mito-de-la-ideologia-de-genero/

martes, 25 de febrero de 2014

Humor y oportunidad

 


La buena intención no siempre trae como consecuencia la acción correcta. La intención de Jordi Évole con su ya famosa broma -no sé por qué se le ponen nombres ingleses- era, según sus palabras, hacernos reflexionar sobre lo peligrosa que es la credulidad que otorgamos en muchas ocasiones a lo que se nos cuenta en los medios de información. Intención, sin duda, buena. El artificio para invitarnos a la reflexión ha sido inventar una historia, el relato falso de unos hechos, falsedad que el mismo autor descubre al final de dicha historia ficticia.
¿Qué hay de malo en todo esto?¿Por qué mucha gente se ha ofendido?¿Es aceptable que la gente se enoje por una broma que dura alrededor de una hora? En mi opinión, Jordi no valoró correctamente todas las circunstancias que han provocado ese enfado. Me refiero en concreto al poder que ha adquirido su persona y su trabajo en televisión. Considero que el éxito que disfruta se debe, sobre todo, a su empeño por descubrir la verdad de todos los temas que ha tratado. Ese afán por la verdad en un mundo donde lo que prima es, por el contrario, la mentira ha provocado que tantas personas se hayan sentido atraídas, generando una confianza en lo que dice mayor que la que se puede otorgar a la mayoría. Y, para ello, no ha hecho falta recurrir a la broma con forma de engaño. Quienes creemos en él lo hacemos desde la conciencia de que continuamente podemos ser engañados, pero no por él. Y la sensación de ser engañados, el conocimiento de que alguien se apodera de tu conciencia y la dirige hacia donde desea es, creo, una de las sensaciones más desagradables. Si, además, es alguien en quien confías de manera casi absoluta la sensación de desagrado aumenta proporcionalmente.
Es lo que tienen las sensaciones, que como decía Hume, dominan a la razón. Por eso, las explicaciones a posteriori, aun siendo plausibles no consiguen en muchos casos anular el efecto de aquéllas. El tiempo lo curará.


sábado, 9 de noviembre de 2013

CEGUERA





La justicia, o es ciega o no es justicia. No es por casualidad, por estética o por esnobismo que se la represente con los ojos tapados por un velo. Porque si viera a quien tiene que juzgar las pasiones se apoderarían de ella, generándole bien venganza, bien compasión. Pero ni la venganza ni la compasión son justicia, como sus propios nombres indican. Si la justicia tuviera que decidir sobre un acto realizado por uno de sus hijos y tuviera ocasión de verlo, de conocerlo antes de tomar una decisión, ¿alguien duda de que su maternidad entraría en conflicto con el hecho de juzgar, influyendo en y contaminando su decisión?
Corresponde a la justicia ser universal en su aplicación, no distinguir casos iguales, ni tratar igual casos diferentes. Su expresión debe ser formal, al estilo de las ciencias del mismo nombre, como la lógica o las matemáticas. En éstas, lo importante no es el contenido concreto de sus expresiones sino que los principios, leyes, axiomas, etc., se cumplan, es decir, se trata de fijar las condiciones que debe respetar una expresión para ser correcta desde el punto de vista matemático o lógico, sin tener en cuenta si en la realidad a la que se aplica hay manzanas, personas, presos o víctimas.
Por todo lo anterior, llámese como se llame, una determinada ley no puede ser modificada en función de quiénes sean las personas a las que se dirige, ni por presiones de los acusados o de las víctimas, menos aún para cambiar una sentencia ya emitida por tribunales en contextos políticos iguales, es decir, bajo el mismo sistema político.
Todo lo anterior es la base de la sentencia del Tribunal de los DDHH de Estrasburgo y que los mandatarios políticos y los máximos tribunales españoles han ignorado, provocando con ello la ira de las víctimas y el desconcierto de gran parte de la ciudadanía.

martes, 11 de junio de 2013

Unidos por el fútbol






El fútbol tiene una historia de amores y desamores muy vinculada a los vaivenes ideológicos que, por lo menos a quienes vivimos el franquismo, nos han ido marcando como personas políticas. Es curioso comprobar cómo hemos ido cambiando imperceptiblemente nuestra visión de determinados elementos que componen la vida social. Lo que en el franquismo eran reivindicaciones, como, por ejemplo, el derecho a la autodeterminación, han pasado a ser sinónimo de demandas antidemocráticas; lo que, como el fútbol, eran subterfugios que el poder utilizaba para alejarnos de la actividad política, es decir, para tenernos domesticados, se han convertido en iconos culturales, en algo incuestionable, inicuo desde el punto de vista ideológico-político. Este cambio, sin embargo, no parece que haya sido producto de una reflexión sino, más bien, de una inoculación imperceptible, de una adaptación al medio ambiente del capitalismo de última hora.

Vistas las cosas con una cierta perspectiva, no quedándonos en lo superficial, lo que se constata es que, en lo que respecta al fútbol, aparte de ser un deporte, un negocio, un espectáculo de masas, etc., cumple una función que tiene bastante que ver con la lucha ideológica entre quienes detentan el poder económico y quienes sufren ese poder. Desde luego que no es exclusivo del fútbol y que todo lo que afirmo a propósito de él es igualmente aplicable a otros deportes, pero es innegable que el efecto es inmensamente mayor en éste por la cantidad de personas involucradas.

En el fútbol se da la circunstancia de que la pertenencia a la llamada afición de un equipo no sólo no tiene que ver con motivaciones de clase social -que, aunque nos digan lo contrario, siguen existiendo- sino que éstas se borran absolutamente, de tal suerte que las personas seguidoras de un equipo sienten por encima de todo los colores del mismo. Y no sólo eso, ocurre también que la rivalidad, que llega en muchas ocasiones al desprecio y al odio hacia las aficiones de otros equipos, se establece en función de la pertenencia a uno u otro equipo independientemente de su situación socioeconómica. Por eso, en varias ocasiones he tenido la oportunidad de escuchar en la radio afirmaciones del tipo “el equipo XX está por encima de las clases y de las ideologías, tanto trabajadores como empresarios se sienten del XX”. La verdad es que es curioso comprobar cómo el empresario que te ha puesto en la calle se hace uno contigo, mientras el trabajador del equipo contrario pasa a ser tu enemigo declarado. Se me admitirá que, independientemente de si existe voluntariedad o no por parte del poder económico-político, esa visión del fútbol -y de otros deportes, insisto- le favorece totalmente.

En el fondo, lo que está en juego en los campos de fútbol son los sentimientos, y a ellos se dirigen los esfuerzos del poder para controlarnos. Quien se adueñe de los sentimientos manejará las voluntades en gran medida. Si lo que sentimos por un equipo de fútbol está por encima de lo que sentimos por una trabajadora en apuros, el poder económico está ganando la partida. Y creo que, hoy, esa es la cruel realidad.