martes, 24 de julio de 2018

Fascismo/nazismo versus comunismo


Desde hace bastante tiempo, se ha ido extendiendo la tesis que establece una equiparación –casi diría que identidad- entre el fascismo/nazismo y el comunismo. Quienes se han considerado a sí mismos liberales (como, por ejemplo, F. Hayek, A. Rand e I. Berlin), aunque no solo ellos, la han utilizado sin cesar en sus escritos para criticarlos y denunciar el peligro que ambos entrañan. Y decía que no solo ellos porque también una parte de la llamada izquierda, principalmente la de la órbita de los partidos socialistas, se ha sumado a la citada tesis.

El argumento de base para sustentar la semejanza entre fascismo/nazismo y comunismo se centra en mostrar ejemplos históricos en donde ambas visiones políticas se han hecho realidad –acudiendo, además, a la personalización a través de las figuras de Hitler y Stalin-, y mostrando el resultado de muerte y ausencia de libertades a que dieron lugar. Si ese argumento se extendiera a todas las propuestas políticas y religiosas que en la historia han sido, la conclusión no podría ser otra que la que esos autores extraen para el fascismo/nazismo y el comunismo, es decir, su rechazo absoluto, ya que todas ellas han sido causa de muertes y de ausencia de libertades en algún momento de su existencia histórica y a través de personas que se han reclamado como sus representantes.

Sin embargo, no es esa la conclusión que extraen. El motivo de todo ello no se encuentra tanto en querer salvar a la humanidad de esos regímenes, sino en evitar que el pensamiento comunista pueda extenderse y calar en la sociedad. Porque, de esa equiparación, el verdaderamente perjudicado es el comunismo, entendido no como régimen político –cosa que sería una contradicción, pues comunismo y estado son lógicamente incompatibles- sino como proyecto de organización de la sociedad. En efecto, si analizamos qué proponen el fascismo y el comunismo desde el punto de vista teórico, encontraremos que no cabe mayor diferencia, ya que, independientemente de mayores concreciones, mientras que el primero habla de razas y de superioridad de unas sobre otras, el segundo habla de la humanidad. Obviar esta diferencia es lo que convierte a esos autores en manipuladores, a pesar de que se nos presenten como lo contrario, es decir, como intelectuales que se esfuerzan por evitar que la ciudadanía sea manipulada.

sábado, 2 de junio de 2018

Izquierda y derecha, ¿extremas?


En la manipulación del lenguaje, a la que nos tiene acostumbradas el poder económico-político, el término “extremo-a” ocupa un lugar preeminente. En efecto, lo ha utilizado y utiliza con tal profusión que ya forma parte del discurso común, el que se ha situado por encima de las ideologías, porque la que debiera ser negadora de ese poder también lo ha incorporado, sin crítica, a su vocabulario.
Con él se catalogan las tendencias políticas que a dicho poder (capitalismo liberal) le resultan, cuando menos, incómodas. Por eso, es fácil leer y oír mensajes donde se hace referencia a la “extrema izquierda” o a la “extrema derecha”, quedando implícito el hecho de que, como señala la RAE en una de sus acepciones, son propuestas “excesivas” y “exageradas”. Y, como todo lo que es excesivo o exagerado es negativo, catalogar a determinadas formaciones políticas de “extremas” equivale a valorarlas negativamente. De este modo, se consigue que el contenido de lo que sea su ideario político quede de antemano, y para la mayoría de la ciudadanía, desvirtuado, si no totalmente oculto.
Por otra parte, la equidistancia y neutralidad que se pretende manifestar al igualar a determinada derecha y a determinada izquierda con el adjetivo de “extremas” es pura falacia. En efecto, la llamada “extrema derecha” se define, por lo menos en Europa, como nacionalista, xenófoba, racista y mayoritariamente violenta, mientras que en la “extrema izquierda” se incluye a anticapitalistas, anarquistas, comunistas, y a algunos grupos socialistas y/o nacionalistas al margen de que sean o no violentos. La simple comparación nos descubre que, para el sistema, la xenofobia y el racismo están al mismo nivel de negatividad que la búsqueda de la igualdad económica y política o la defensa de los derechos para todas las personas sin distinción. También pone en evidencia que el abanico de opciones ideológicas englobadas dentro de la “extrema derecha” es muy inferior al de la “extrema izquierda”. Pero, y sobre todo, coloca dentro de la “normalidad” a los grupos políticos no englobados en ninguno de esos extremos, y ya se sabe que lo normal es bueno si se compara con lo excesivo.
Si “extremo” es sinónimo de “excesivo”, habrá que concluir que quien favorece la acumulación de riqueza con su correspondiente generación de pobreza, la expulsión de inmigrantes o su abandono al huir de la guerra o del hambre, los desahucios que dejan a personas sin hogar, la carestía de los bienes básicos para una vida digna, etc, debería ser considerado extremista con más razón que la que se utiliza para designar de ese modo a quienes se oponen a esos “excesos”.

jueves, 1 de marzo de 2018

Palabras



Primeras palabras

“La palabra es una gran dominadora, que con un pequeñísimo y sumamente invisible cuerpo, cumple obras importantes, pues puede hacer cesar el temor y quitar los dolores, infundir la alegría e inspirar la piedad... Pues el discurso, persuadiendo al alma, la conduce convencida a tener fe en las palabras y a consentir en los hechos... La persuasión, unida a la palabra, impresiona al alma como ella quiere. La misma relación tiene el poder del discurso con respecto a la disposición del alma que la disposición de los remedios respecto a la naturaleza del cuerpo.”
Gorgias, Elogio de Elena 8, 12-1 11

1. Existe una relación estrecha entre los conceptos, el pensamiento y los signos.
• Se piensa con conceptos o ideas. 
  • La distinción que propone Kant entre conceptos puros o categorías ( p.e. causalidad) y conceptos empíricos (p.e. monte), por una parte, y entre ambos y las ideas(que serían alma, mundo y dios), por otra, no modificaría, en lo sustancial, la afirmación inicial. Se trataría, en todos los casos, de contenidos mentales.
• Los conceptos o ideas se expresan materialmente con signos que pueden ser señales o símbolos -ambos artificiales, pues son creación humana-.
• Los conceptos de cada cual son la representación mental de lo que cada cual entiende por aquello que designan.
• Los conceptos se aprenden a través de las palabras (signos lingúísticos) mediante definiciones, descripciones o explicaciones.
• Los cambios en la realidad y, sobre todo, la aparición de nuevas realidades origina la creación de conceptos y, por tanto, de palabras que los representen.
• Hay, además, conceptos e ideas a partir de las cuales se crean realidades y términos, como, por ejemplo, en el caso de los inventos que cuando tienen lugar producen-crean palabras que los designan.
• También hay conceptos que, al expresarse de forma verbal, se transforman en acciones y modifican la realidad. Se les denomina performativos.Ejemplo de ellos es, como señala Foucault, el término "culpable” en el caso de la decisión de un tribunal, porque, independientemente de si es justo o no, cambia la realidad de la persona a la que se dirige, pues se le añade una realidad que antes de la sentencia no tenía.
2. El concepto está determinado o condicionado por el significado dado a la palabra.
• Dar, decidir, el significado es tener el poder sobre la palabra y, por tanto, sobre el concepto y, por tanto, sobre el pensamiento relacionado con ese concepto.
3. El significado de las palabras lo dan:
a) El uso. En este caso, ese significado sirve para la comunicación, es decir, tiene una función práctica. No necesariamente coincide con el significado "oficial” de las mismas.
b) Las instituciones creadas para ello (academias de la lengua o similares) que son las que "oficializan” el significado.
• De la transmisión de sus decisiones se encarga, principalmente, la enseñanza y los llamados medios de comunicación.
4. La mayoría de estas instituciones de carácter público las controla el poder político-económico y, por tanto, las palabras tendrán el significado que ese poder les otorgue en función de su visión interesada de la realidad, es decir, de acuerdo a su ideología.
5. Los cambios en la realidad social y en las relaciones de poder serán más factibles si van acompañados del cambio en el significado de las palabras vinculadas al ejercicio del poder ("libertad”, "nación”, "justicia”, "democracia”, "vida”, "muerte”, "eutanasia”, etc.) porque será indicio de que la ciudadanía ha tomado conciencia del engaño.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

No me arrepiento

Desde hace un tiempo, se está instalando un discurso que podríamos llamar de culpabilización general por las realidades negativas que existen en la sociedad. Ejemplos de ello son los artículos de opinión e intervenciones en foros de debate en radio y televisión acerca de la violencia de ETA y el dolor generado en las víctimas. Algunas personas consideran que la mayoría de la ciudadanía del País Vasco y Navarra ha sido responsable, por omisión, del dolor causado a las víctimas e incluso de la perduración de la propia ETA y sus atentados. Al respecto, expongo estas reflexiones con la intención de aclarar algunos aspectos del tema que, en mi opinión, se olvidan en dicho discurso.
Desde luego, es innegable que al poder político le interesa esa actitud que reparte la responsabilidad de los males, aunque la mayoría de la población carezca de la capacidad de tomar decisiones para generarlos o evitarlos. En este sentido, afirmo que la responsabilidad política la tiene en su totalidad quien detenta el poder, no la ciudadanía a la que sólo se la tiene en cuenta para que deposite su voto cada cuatro años o, si se quiere, y siendo más exactos, la responsabilidad de ésta se reduce al porcentaje de participación en la toma de decisiones, que vendría a ser de medio minuto dedicado a depositar el voto frente a los cuatro años que corresponderían a las personas que toman las decisiones políticas.
¿Por qué, entonces ese sentimiento de culpa que albergan algunas personas y quieren hacer extensible a toda la ciudadanía? Por la sencilla razón de que se juzgan realidades pasadas desde la perspectiva presente, olvidando el contexto político y social e ideológico en el que surgen los conflictos. Es lo que Carlos Castilla del Pino llamaba “situación”, que es “la resultante del diálogo de la persona -o grupos de personas, añado yo- con SU realidad”. Evidentemente, requiere más esfuerzo conocer las circunstancias que rodean a un acontecimiento antes de juzgarlo que aplicar los principios morales sin tenerlas en cuenta. Pero, la diferencia es enorme entre una y otra actitud indagadora. En efecto, tener en cuenta la situación permite entender por qué determinadas personas actúan de determinada manera, lo que en absoluto significa comprender su actitud, es decir, y siguiendo a la RAE, “encontrar justificados o naturales los actos o sentimientos de otro”.

El contexto

La realidad en la que surge ETA tenía, entre otros, los siguientes rasgos característicos, cuyo orden no sigue ninguna pauta previamente establecida ni pretende ser totalizadora:
·         Se dan dos bloques político-ideológicos a nivel mundial (capitalismo vs socialismo).
·         Se extienden en el mundo, y también en el estado español, los movimientos de liberación de los pueblos colonizados y de los nacionalismos (la mayoría con pretensiones independentistas), así como partidos revolucionarios partidarios de utilizar la acción armada.
·         Existencia de una dictadura defensora de la unidad nacional y negadora de cualquier diferencia que suponga el cuestionamiento de aquélla.
·         Se impone, en parte de esos movimientos revolucionarios, la idea de que es necesaria una vanguardia que abra camino al conjunto de la ciudadanía. Aparecen ETA, Terra Lliure, Loita Armada Galega, Iraultza, FRAP…A esa vanguardia se suman, principalmente, personas jóvenes, más dadas al idealismo y más propensas al sacrificio por una causa que consideran justa.
·         Los primeros atentados de ETA sólo encuentran reproches en el régimen franquista, porque se interpretaban como parte de la lucha de la izquierda contra el franquismo.
·         La muerte de Franco y la Ley de Amnistía, que benefició mucho más a los causantes de la guerra civil y de los miles de asesinados por el régimen que a los militantes en contra del mismo, no supusieron la desaparición de ETA sino, por  el contrario, el aumento de su actividad. Su objetivo principal, la independencia, no coincidía con el de otros partidos de izquierda (revolucionarios o no).
·         Partidos que en la clandestinidad defendían el derecho a la autodeterminación (como el PSOE, por ejemplo), abandonan esa reivindicación o, como el PC, la dejan en al baúl de los recuerdos.
·         El estado francés dio refugio, o lo permitió, durante muchos años a ETA y su entorno, hasta el punto de ser considerado su “santuario”.
·         Desde el estado se reacciona con leyes (Ley Antiterrorista) que se usan indiscriminadamente -convirtiendo a muchos inocentes en sospechosos de terrorismo-, prolongan la detención y facilitan las torturas, y con la creación de grupos paramilitares (Batallón Vasco Español, GAL…).
·         La indiscriminación en los atentados -con su consiguiente pérdida de apoyo social-, la implicación de Francia y la acción policial, son, entre otros, elementos que irán minando la estructura que servía de apoyo a ETA y, con el tiempo, van a suponer su renuncia a la lucha armada y, casi con seguridad, su desaparición.
Al hilo de lo anterior, habría que añadir que el contexto social condiciona las actitudes personales en muchos aspectos de la vida y, por tanto, también en la política. En los años 80-90, tener entre dieciocho y veinticinco años y nacer en Hernani, o tener esa misma edad y vivir en la pobreza en un pueblo de Andalucía, por poner un ejemplo, cambia radicalmente las expectativas de cómo se pueden desarrollar las vidas de dos personas. Las exigencias de responsabilidad, también deben tener eso en cuenta, porque desde la distancia se suele ser más valiente que ante la cercanía de un peligro. Y eso es aplicable, también, a la ciudadanía toda. Era más fácil criticar a ETA en Extremadura que en el Goierri. 

La ciudadanía

Una parte de la ciudadanía -no soy capaz de cuantificarla-, entre la que me incluyo, se encontraba en un perpetuo estado de confusión ante una situación que escapaba a toda reflexión serena e imparcial. La coincidencia de los atentados de ETA con los del GAL, las muertes indiscriminadas, la existencia de torturas, la limitación de las libertades, el papel de los medios de persuasión, como los llama acertadamente Vincent Navarro, no ayudaban precisamente a aquella reflexión y a la toma de decisiones con criterio no prestado. El maniqueísmo moral se imponía por doquier: todos exigían absoluta entrega a cada causa, ignorando que se puede estar de acuerdo en parte sin estarlo en todo. Así, posicionarse puntualmente en una convocatoria era aprovechado por los convocantes para extender ese apoyo  a otras causas ajenas a los llamamientos (ya fuera la unidad de España, ya fuera la independencia de Euskadi…). No cabían matices que eran interpretados como traiciones.
A lo anterior, habría que añadir la utilización política de los presos, por una parte, y de las víctimas de ETA, por otra, con el objetivo de imponer los objetivos pretendidos, lejanos a la exigencia de justicia que unos y otras decían reclamar. En este sentido, resulta reseñable el distinto tratamiento que el estado ha dado a las víctimas del terrorismo, llegando a la marginación de la asociación dirigida por Pilar Manjón y al cuasi desprecio a las víctimas de los GAL, a las cuales la justicia ni siquiera las consideró como tales.

Lo moral

Desde un punto de vista moral, las mismas acciones deben tener el mismo tratamiento y deben ser juzgadas de igual manera (un asesinato lo es tanto si lo realiza una organización armada, como si la responsable es la policía). Algunas personas, quizás la mayoría, rechazamos la tortura y los asesinatos por inmorales, independientemente del objetivo que con ellos se pretenda, y nos han dolido la mayoría de las muertes con una intensidad distinta según las circunstancias que rodeaban las mismas, pero, no aceptamos que se nos haga responsables aduciendo que hemos mirado para otro lado, hemos hecho caso omiso, nos hemos autocensurado o hemos guardado silencio cómplice. Nuestra sociedad es muy dada a grandes manifestaciones de dolor convertidas en espectáculo, y al olvido de las causas de ese dolor al acabar el espectáculo. Pero el dolor moral no necesita ser expresado con manifestaciones que, además, como ya he señalado, casi siempre tenían otros objetivos (políticos) que no eran apoyar a las víctimas o rechazar determinadas formas de violencia. Los responsables morales son quienes ejecutaban las acciones (asesinatos, torturas…) o ayudaban a planificarlas o las apoyaban. Negar esto supone compartir la  responsabilidad del hambre en el mundo, de las muertes en el Mediterráneo, de las guerras…responsabilidad que, en verdad, sólo corresponde a sus causantes.

Lo político

Por lo que se refiere al aspecto político del tema, y al contrario que en lo referente a la moral, las mismas acciones (asesinatos, tortura, secuestros…) no deben tener siempre el mismo tratamiento. En efecto, la valoración tiene que ser mucho más negativa cuando los autores son representantes del estado, que cuando son personas que se enfrentan a ese estado. La razón es obvia: los primeros representan la ley y son responsables de que se cumpla; los segundos no.
Ciertamente, y recordando a Kant, estamos rodeados de “moralistas políticos”, es decir, de aquéllos que utilizan la moral como medio para conseguir sus fines políticos, en vez de estarlo de “políticos morales”, es decir, de aquéllos cuya moral rige sus políticas. En ellos recae la responsabilidad, que supuestamente asumen como una carga, de resolver los problemas sociales y políticos por medios morales, no en la ciudadanía.

miércoles, 8 de julio de 2015

Logos

 El Logos nació en Grecia, y Grecia lo alimentó, primero, con la naturaleza, después, con las ideas y, por último, con ambas a la vez. También lo educó poniéndole unas normas y marcándole unos límites que con el cristianismo olvidó.
 Aquel Logos originario, que pretendía ser y dar razón de los acontecimientos, fue perdiendo sus raíces y olvidándose de sí para pasar a ser, no ya principio y fin, sino sólo medio, instrumento de fines contradictorios, es decir, su pura negación.
 El límite de su decadencia, sin embargo, lo alcanza con la llegada y desarrollo del capitalismo y de su creación más ignominiosa: la Lógica del Mercado, el Logos convertido en pura mercancía.
 Tsipras y Varoufakis han rescatado del olvido aquel Logos originario, pero enfrente se han encontrado con unas personas acomplejadas, acostumbradas a ser oídas sin ser respondidas, que confunden el poder con la verdad y que creen que son las cosas las que dan razón del Logos y no al revés.
 La belleza, la alegría de vivir, la inteligencia, el LOGOS, frente a la fealdad, la amargura, la envidia y el poder del dinero.
 Pero Europa era una diosa griega. Europa es Grecia.

martes, 14 de abril de 2015

Si pudiera



Si pudiera lograr que las palabras cobraran vida, que fueran alegría y tristeza, dolor y gozo, denuncia y no renuncia; si consiguiera expresar en una frase la miseria, la injusticia, o desvelar la bajeza moral del capitalismo escondida tras la máscara de la hipocresía; si fuera capaz de que lo expresado llegara directamente al corazón, a la patria del amor y de la compasión comprometida, entoces sería Eduardo Galeano.

jueves, 23 de octubre de 2014

El ventilador




EL VENTILADOR

            -“¿Qué hacer -se preguntaba el Gran Hermano- cuando la corrupción desborda las cloacas del poder y emerge a la superficie?, ¿cómo conseguir que el pueblo enfurecido por la pobreza en la que le he sumido no dirija sus iras hacia mi persona?”.
Llamó al responsable del Miniver (el Ministerio de la Verdad) para encargarle la búsqueda de una respuesta a sus preguntas. No tardó mucho tiempo en traer lo que el Gran Hermano le demandaba.
-“Es sencillo -dijo-, basta con aplicar el ventilador. Si tenemos un montón de polvo de carbón y otro de harina sobre un suelo gris, se percibirán con claridad y se podrán diferenciar; si colocamos el ventilador en marcha apuntando hacia dichos montones, ambos polvos se esparcirán por el suelo, haciendo muy difícil, por no decir imposible, distinguirlos. Con la corrupción ocurrirá lo mismo, amado Gran Hermano, esparzámosla por doquier y no habrá forma de distinguirla de la honradez.”
Y así se hizo.