miércoles, 5 de agosto de 2020

No acuso


Se critica a Pedro Sánchez por afirmar que “Este Gobierno no va a contribuir a socavar el pacto constitucional ni a la inestabilidad”, es decir, por no cuestionar la monarquía. Y quien lo hace, mayoritariamente, es la gente que dice identificarse con la izquierda, independentista o no independentista, incluidas las personas que ocupan escaños en el Parlamento español. Lo curioso del caso es que todas estas personas representantes han jurado o prometido la Constitución, que en el artículo 1 establece que La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria. Claro, se dirá que algunas de ellas lo hicieron “por imperativo legal”, pero lo que no se puede negar es que lo hicieron y lo mantienen. ¿Cómo se justifica que quienes están en contra de la monarquía accedan a prometerle o jurarle obediencia y critiquen que quien preside el gobierno, es decir, quien más debe respetar la legalidad, no se manifieste en contra?

Otro tanto cabría decir de todas aquellas personas que han accedido a la función pública (incluidas las supuestamente más capaces intelectualmente hablando, como sería el profesorado de universidad, entre quienes están, también, miembros del gobierno) y cuyo estatuto exige el respeto a la institución monárquica. Las redes sociales están repletas de reproches de muchas de estas personas a Pedro Sánchez por la razón arriba expuesta, y, en muchos casos, con una carga emocional que lleva al desprecio o al insulto.

La falta de cultura política lleva en demasiadas ocasiones a no saber distinguir gobierno de partido, partido de militancia, militancia de votantes…y con facilidad caemos en la tentación de ver la realidad con las gafas de nuestros deseos, que no saben de tácticas, ni menos aún de estrategias, y que simplifican lo complejo distribuyendo a las personas en dos grandes grupos: las que comparten mis deseos, y las que no.

Soy republicano, pero acepté la monarquía para poder acceder a mi puesto de trabajo. Eso es lo único que he hecho y haré en mi vida por la monarquía, pero, como diría Sartre, asumo que actué de forma no auténtica, que no tuve el valor de jugármela para ser consecuente al cien por cien con mis ideas políticas. Desearía que hubiera una mayoría parlamentaria que defendiese la república, pero, hoy, no la hay, así que solo restan dos opciones: o un alzamiento popular que obligue al cambio de régimen, cosa que no se vislumbra en el horizonte, o la lucha ideológica por convencer a la mayoría necesaria para ello, algo que es factible. Mientras, procuraré no criticar a los demás, incluido Pedro Sánchez, por no hacer lo que yo, pudiendo, no soy capaz de hacer.


jueves, 4 de junio de 2020

SEÑORES OBISPOS

Señores obispos

(A propósito del documento de la Conferencia Episcopal: “Sembradores de esperanza”)
La vida no es sagrada. Si la especie humana hubiera asumido que la vida es sagrada, haría mucho tiempo que habría desaparecido por inanición, porque es vida lo que cualquier ser viviente tiene que ingerir para sobrevivir. Si los obispos se refieren a la vida humana, habría que preguntarles qué es lo que hace que esta sea sagrada y no la del resto de los vivientes. Responderán, sin duda, que lo que la hace sagrada es que dios le otorgó esa cualidad cuando la creó. En resumidas cuentas, la sacralidad de la vida humana solo se justifica por la fe en un dios creador, lo cual obliga a demostrar que fue este, y no el proceso evolutivo de la materia, el causante de la existencia de la vida y de la propia materia. En vano esperaremos demostración alguna.
La vida tampoco es trascendente. Trascender significa existir más allá de aquello en lo que algo se manifiesta; es decir, que la vida, según los obispos, existe al margen de los seres vivientes. Tampoco aquí se pueden esperar pruebas racionales, sino recursos a textos supuestamente sagrados y escritos al dictado por personas que decían tener contacto directo con dios. Esto crea el problema de que para creer en dios hay que creer en quienes dicen haber tenido contacto con él…
Pues bien, ambas características -sacralidad y trascendencia- son la base argumental de la diatriba episcopal contra la eutanasia. Cuesta entender, y mucho más comprender, que haya personas que pierdan la razón a causa de la fe en seres inexistentes, cuyos mandatos, a lo largo de la historia, según sus propios textos sagrados, han sido en multitud de ocasiones contradictorios. Pero, aún así, respetamos que tengan esas creencias y que quieran vivir de acuerdo a ellas, pero no respetamos que las intenten imponer a toda la sociedad a través de las leyes civiles.
Si la visión de la conferencia episcopal acerca de la vida es claramente errónea, la que manifiestan acerca del sufrimiento raya en el sadismo. Afirman, sin el menor pudor, que el sufrimiento posee un sentido que debemos descubrir para aceptarlo y “encajarlo en el recorrido vital de las personas”. Y con semejante afirmación cuestionan que haya personas que deseen morir antes de vivir en sufrimiento perpetuo e insoportable. Si esa es la caridad que reclaman como su seña de identidad, algunas personas preferimos que no la ejerzan con nosotras, y que la guarden para quienes, sufriendo, creen haber sido redimidos, aunque los efectos de esa redención deban ser imaginados. Claro que, los obispos “resuelven” la contradicción con la palabra mágica que “explica” lo inexplicable: misterio. La vida, la muerte, la libertad, el amor, el ser humano, la creación, la redención, la resurrección, todas son misterio, y, cómo no, el sufrimiento también. Decir que algo es un misterio es reconocer que no se sabe qué es, pero, sin embargo, pronto se olvidan del carácter misterioso de la vida, de la muerte, etc., para explicarnos que son dones divinos, trascendentes, sagrados…Vamos, que son misterios para cualquiera menos para ellos. Pero, no queda ahí el discurso episcopal a favor del sufrimiento; dicen, como argumento para su aceptación, que “el dolor físico y el sufrimiento moral están presentes de forma habitual en todas las biografías humanas: nadie es ajeno al dolor y al sufrimiento”.  Siguiendo este pseudo argumento, deberían añadir que la enfermedad también está presente en las biografías humanas, y que, por tanto, se debe aceptar y encajar en nuestro recorrido vital. Pero, ¿aceptar y encajar no supone negar el papel de la medicina? ¿no trata ésta de eliminar la enfermedad? ¿se debe aceptar algo que deseamos eliminar? No, replicarán, “uno de los derechos del enfermo es el de no sufrir de modo innecesario durante el proceso de su enfermedad”. ¿Quién determina cuándo un dolor es innecesario? ¿la persona enferma? No, dirán, el personal sanitario. Se supone que ese personal estará en contacto directo con la divinidad para no errar en su diagnóstico…
La vida no es un don divino, como afirman los obispos sin demostración alguna, sino fruto de la evolución de la materia, como sí demuestra la ciencia y avala el sentido común; pero, además, si lo fuera, pertenecería al ser a quien le ha sido donada, cosa que los obispos parecen no entender.
Por otra parte, insisten en llamar homicidio a la ayuda a morir o eutanasia, ignorando dos elementos fundamentales en las valoraciones morales de los actos humanos: la voluntariedad y la intencionalidad. A los obispos les da igual lo que desee la persona enferma acerca de su vivir y su morir, ellos se adueñan de esa voluntad y la obligan a seguir sus preceptos. Difícil no describir esta situación como secuestro. Les da igual, también, qué intención motiva a la persona que ayuda a otra a morir, porque juzgan, en este caso, el resultado solamente, no como cuando se trata de juzgar los abusos a menores realizados por miembros de su institución, y cuyos casos se negaron a investigar
A lo dicho hasta ahora, habría que añadir las filigranas lingüísticas que desarrollan los obispos para justificar la sedación terminal, intentando evitar, sin lograrlo, la contradicción que supone defender esta negando la eutanasia. La sedación terminal es una eutanasia en diferido, es decir, hipócrita, porque provoca lo mismo que la llamada eutanasia (o ayuda a morir) pero con la aquiescencia de la iglesia. La ayuda a morir y la sedación terminal tienen el mismo objetivo, evitar el sufrimiento; las diferencia el hecho de que en la ayuda a morir es la persona enferma o sus representantes quienes deciden el momento de su aplicación, mientras que en la sedación terminal es el equipo médico el que lo decide.
A pesar de la presencia que tiene la iglesia en las costumbres y en determinadas instancias del poder, la realidad histórico social demuestra que ha ido perdiendo influencia en la vida de las personas, que, con sus creencias religiosas o sin ellas, van ganando en autonomía y en desarrollo de un criterio propio, tanto para su vivir como para su morir. Quienes defendemos la eutanasia, nos alegramos de que sea así.

lunes, 6 de enero de 2020

¡Menos cuentos!


La derecha (el capital) está empeñada en destruir todo pensamiento libre, y en destruir, también, la imagen de los pensadores libres. Mancha sus biografías, las distorsiona, remarca sus defectos ignorando sus virtudes. Y todo, porque la derecha carece de pensadores libres, aunque se llamen liberales y se empeñen en utilizar, hasta el hartazgo, la palabra “libertad”. Son mercaderes, porque, para la derecha, solo existe lo que puede convertirse en mercancía. Y muchos angelicales intelectuales, pretendidamente de izquierdas, se han ido subiendo “inconscientemente” al tren de la nada, “deconstruyendo”, “desilustrando”, “desmodernizando”, cuestionando, en suma, todo el esfuerzo de esos pensadores libres, no para criticarlos, ¡sólo faltaba!, sino para destruirlos a cambio de vacío intelectual y de algunas citas en los medios que esa derecha (ese capital) monopoliza.
Pero, sí, existen el subconsciente, el inconsciente, los complejos…Existen la situación, las circunstancias, el proyecto…Existen la responsabilidad, la mala fe, las clases sociales…Existen la poesía cargada de futuro, y la maldita poesía “concebida como un lujo cultural por los neutrales”, y los cuentos con que ahogan nuestras angustias…

jueves, 25 de julio de 2019

Emakumea eta lengoaia

“Hitza menderatzaile handia da, zeinak gorputz txiki txikiaz eta ia ikusiezinaz, lan garrantzitsuak burutzen dituen (…). Zeren diskurtsoak, arima limurtuz, hitzetan fede izatera eta ekintzekin ados egotera bideratzen duen…” Gorgias, Elenaren goraipamena.
Lengoaia, besteekiko erlazioetan nahi duguna lortzeko tresna da. Beraren bidezko mezua egiazkoa, faltsua edo gezurrezkoa izatea, egoerak baldintzatuko du.
Lengoaiaren bidez norberaren boterea adierazten da, eta mezuaren esanahia inposatzeko gaitasuna botere horren maila jakitera ematen du. Politika arloan erabiltzen diren mezuak aurrekoaren adibide garbiak dira. Ontzat ematen da alderdi politiko ezberdinak daudela, baina denok hitz antzekoak erabiltzen dituzte (demokrazia, herria, askatasuna, justizia, eta abar), haien esanahiak ezberdinak edota kontrajarriak izaten direlarik. Hitz potolo horien esanahia gizarte mailan inposatzeak, herriaren borondatea kontrolatzea suposatzen du, hein handi batean, zeren eta horri ailegatuko litzaizkionak (komunikabideen bidez eta heziketaren bidez, besteak beste) bere pentsamendua eratuz joango dira.
Hori dela eta, borroka ideologikoa lengoaian ere islatzen da eta borroka horren garaileak izango dira galtzailearen kontzeptuen esanahiak desagerraraziko dituztenak, haiek eraldatuz, bere nahiera egokituz, demoniokeria bilakatuz edota alboratuz.   
Lengoaiak genero erlazioak ere adierazten ditu eta, gainera, baloreen isla da. Horregatik, eta orain arte, lengoaia matxista izan denez, transmititu diren baloreak ere matxistak izan dira, genero erlazioak diren bezalakoxeak. Matxismoa desagerrarazteko lengoaia ere eraldatu beharko da, baina ez maiz gertatzen den bezala, hots, emakumeek gizonezkoen keinu, hitzak, irudiak, tonuak, irainak eta abar erabiliz, zeren eta, horrela, balore matxistak zabaltzen dira. Ez, egin beharrekoa  gizonek emakumezkoen baloreak bereak bihurtzea da eta horretarako emakumezkoen lengoaia garaile atera beharko da leia ideologikoan.
Ongi egon da, arestian aipatutako bidean emakumezkoen atzizkiaren alde borrokatzea, baina, ez da atzizkietan bakarrik matxismoak lengoaian izaten duen eragina, izenetan eta aditzetan baitago koska.
Zein da biziaz, demokraziaz, justiziaz, plazerraz eta abarrez emakumezkoen lengoaia? Zein lan egiteaz, jarduteaz, jolastuaz, maite izateaz…?
Balore guztien “berbaliotzea” da helburua, baina, ez Nietzscheren modura, emakumezkoen modura baizik. Eta, horretarako, erreprimitua izan dena agerian jarri behar da, emakumeen artean gorde den komunikazio ezkutua plaza guztietara eramanez, denon altxorra bihurtzen delarik.

domingo, 7 de julio de 2019

El tiempo

 Como en el  caso  de otras  palabras,  hablamos  del  tiempo como  si  fuese algo objetivo,  único  y  absoluto.  Arrastramos  desde  la antigüedad ese  prejuicio,  a pesar  de los  intentos  de Kant  y  Einstein,  entre otros,  de mostrar  el  error  de esa  concepción.  El tiempo puede ser  histórico  (o cronológico),  subjetivo  -porque la conciencia-vivencia que tenemos  de él  es  pura  subjetividad-  o  físico,  en cuyo caso  es  relativo,  pues  depende  de algo que no es  tiempo (la velocidad,  la situación  del  observador...),  como demostró Einstein. Por  lo que se  refiere  al  tiempo histórico  -que,  además,  es  tiempo político-  se debe subrayar  el  uso  equivocado que se  hace  del  pasado.  Se  utiliza,  a menudo,  y fundamentalmente por  la derecha  política,  la idea  de  que  hay  que  mirar  al  futuro olvidándose  del  pasado (normalmente  el  pasado que  la  derecha  quiere olvidar  es  el que la retrata  poco  "favorecida”),  porque  este ya no  existe.  Pero  la verdad  es  que  el pasado histórico  es  presente en cada  persona que lo vivió  y  que,  por  tanto,  mientras existen testigos  de ese pasado,  él  es  real.  Quienes  vivieron  el  franquismo,  por  ejemplo, son,  en  alguna  medida,  fruto de lo que ese  sistema  fue,  hizo o representó,  bien para afirmarlo,  bien  para  negarlo,  bien  para  gozarlo,  bien  para  soportarlo y  sufrirlo.  Y  es meridianamente claro  que todos  los  ámbitos  de la  vida quedan afectados  por  la política concreta vivida en el  pasado,  incluso  los  que  se  consideran más  íntimos  o personales: desde los  gustos  estéticos,  pasando  por  el  desarrollo de la  sexualidad,  acabando  por  la concepción  moral  o política  de la realidad social. Por  otra  parte,  el  tiempo subjetivo  es,  si  algo es,  conciencia  de  futuro.  Por  eso decimos,  "aún me queda tiempo para.”,  porque el  tiempo subjetivo  es  real  en la  medida en que  va unido a  proyectos  por  realizar.  Quien  no  tiene  proyectos  deja  que el  tiempo "pase”. La duración del  tiempo subjetivo,  a la vista de lo anterior,  tiene  que ver  con nuestra capacidad para elaborar  proyectos.  Por  eso,  quien no tiene futuro,  porque  no puede  o no quiere  hacerlo real  a través  de  proyectos,  carece  de  tiempo,  porque no  hay tiempo sin  cambio  y  este lo posibilitan  los  proyectos  por  realizar.  La  conciencia  de futuro,  que es  el  tiempo real  de la persona,  expresa  la vida en su verdadero sentido (¿qué otra cosa  es,  si  no,  vivir  humanamente?).  Cuando  alguien  queda  sujeto  a  un pasado,  real  o imaginado,  no vive de un  modo  humano (por  más  que nuestra ‘humanidad’  le  otorgue  esa  cualidad)  sino “cosificadamente”  ya que,  como  dijo Nietzsche,  "vivir  es  inventar”  y  la capacidad  de inventar  es,  como  se  comprende fácilmente,  atributo  fundamental  del  pensamiento  infantil,  inocente,  carente  de conocimientos  acabados.  La certeza en el  saber  mata la capacidad inventiva,  al  igual que acaba con la inocencia,  y  la prueba la  encontramos  a lo largo de los  siglos  que duró la Edad Media,  durante los  cuales  la  fe en  un conocimiento cierto y  verdadero disminuyó la posibilidad de  ampliarlo,  así  como  de vivir  inocentemente.  Quien tiene esa certeza carece  de  esperanza  en  este  mundo,  reniega  de  lo  nuevo y  se  ancla  en la contemplación  estéril  o  en el  pesimismo  paralizante y  solo  le queda el  refugio  en  el  más allá inexistente.  En suma,  pierde el  tiempo.

jueves, 4 de abril de 2019

Eutanasia


A propósito del término "Eutanasia"
Según la RAE, "eutanasia” significa "intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura” y, también, "muerte sin sufrimiento físico”.
El término en cuestión proviene, como la mayoría sabe, del griego, y significa "buena muerte”. Si interrogamos a la historia, lo que descubrimos es que lo que se ha entendido por buena muerte ha cambiado a lo largo del tiempo, como tantas otras creencias o costumbres. Pero las actitudes más radicales y más intransigentes hacia lo diferente han provenido de las distintas religiones. La razón es sencilla: la creencia en los dioses ha ido aparejada a la idea de que la vida no es algo que pertenezca a los humanos, sino a esos dioses. Y los defensores de la eutanasia pretenden que sea el muriente quien deba decidir qué muerte desea tener. Aún así, no siempre las religiones han mantenido esa actitud contraria a la eutanasia. Muchos cristianos de la antigua Roma se "suicidaban” entregándose para ser condenados a ser matados por los leones en el circo; y lo hacían porque consideraban que ésa era la mejor muerte (su eutanasia), el martirio, para alcanzar la promesa del paraíso. Otro tanto se puede decir de los cientos de jóvenes que se inmolan, en nuestros días, haciendo estallar explosivos adheridos al cuerpo.
Por ese motivo, entre otros, sería bueno relativizar los aspavientos provenientes de algunas instituciones religiosas en contra de la eutanasia, más aún si tenemos en cuenta que Jesús de Nazaret, siendo dios según las enseñanzas cristianas, sabía que su futuro sería el que fue pudiendo haberlo evitado. Sin embargo, sí nos debe preocupar su logro al tergiversar el significado del término eutanasia, asociándolo a asesinato u homicidio -como se desprende de la definición de la RAE, entre otras-y a que su visión se haya recogido en muchas legislaciones, incluida la nuestra. Y de esos logros son responsables quienes elaboran las leyes o las derogan, es decir, los partidos políticos que dicen representarnos y, aunque se pueda entender que los partidos de derecha estén en contra de la eutanasia y legislen según ese criterio, resulta más difícil hacerlo con los partidos que se definen de izquierdas y no han legislado de acuerdo con lo que dicen defender, cuando han tenido el poder para ello, por puros intereses electorales. Es labor de las organizaciones progresistas restituir el significado de eutanasia. Así, defender la eutanasia se convertiría en defender la buena muerte, que no es otra cosa que la que cada cual elija libremente y cuando está capacitado para ello. De ahí la importancia del documento de últimas voluntades y de lograr que esas voluntades sean respetadas mediante leyes que obliguen a respetarlas. Porque las mayores dudas al respecto surgen cuando la persona no tiene capacidad de decisión por el estado de salud en que se encuentra, lo que obligaría a que fueran terceras personas las que deberían tomar la decisión de ayudarle a morir.
Para enriquecer la reflexión sobre la ayuda a morir, expondré resumidamente las opiniones de personas que han dedicado parte de su vida al estudio de problemas éticos y en concreto a la eutanasia.
Reflexiones desde la ética
Ferrater Mora
En su obra "Ética aplicada: del aborto a la violencia” escrita con su compañera Priscilla Cohn, al tratar el tema de la eutanasia plantea que los debates acerca de la eutanasia tienen implícitas dos nociones: una, el valor de la vida y, otra, la cualidad de la vida. La primera, que equivale, según el autor, a preguntarse por el sentido o la finalidad de la misma, ha tenido múltiples respuestas, tanto en el ámbito religioso como en el filosófico, siendo unas positivas (p.ej., Platón y el cristianismo) y otras negativas (Sartre, Camus...). Pero Ferrater se inclina más por desarrollar la segunda de las nociones -la cualidad de la vida-porque es algo que pertenece a ella, que es real, mientras la finalidad nos remite a algo distinto de ella misma. Define la vida humana como "todo aquello que el ser humano es, experimenta o hace” y se pregunta en qué consisten las cualidades de esa vida. Distingue dos tipos de cualidades:
1. Objetivas que, a su vez, pueden ser:
a. primarias o básicas, y serían las que permiten la satisfacción de nuestras necesidades de alimentación, protección, ocio, libertad, seguridad, reposo.
b. secundarias, como la salud, el bienestar, la amistad, la intimidad, la prosperidad, el respeto a sí mismo....

2. Subjetivas, que serían las reacciones de cada cual a las objetivas.
Afirma que siempre se intenta establecer una jerarquía de las cualidades y que "es común perseguir ciertas cualidades en detrimento de otras”, pero, excepto las básicas que permiten la supervivencia, considera que no es posible establecer cualidades de validez universal.
Acerca de las subjetivas, señala que reflejan las vivencias del individuo y, por eso, influyen en él tanto o más que las objetivas, aunque, en ocasiones, puedan ser ficticias, como en el caso de algunas depresiones.
Ferrater Mora propone un cuadro con el que piensa que se puede ayudar a resolver los casos como la eutanasia, es decir, las condiciones que debe tener una vida humana para merecer ser vivida. Este sería el cuadro, que recoge cuatro posibilidades:
CUALIDADES
MERECE VIVIR
OBJETIVAS
SUBJETIVAS

NO
NO
Con dudas
NO
Con dudas
NO
NO
NO
Sin dudas
Sin dudas


Según este cuadro, la eutanasia y el suicidio asistido estarían recogidos en las opciones 1 y 3 y su valoración es que cuando no existen cualidades ni objetivas ni subjetivas (caso 1), no merece la pena vivir y que, incluso en el caso de que las cualidades objetivas estén satisfechas, el deseo de no vivir primaría (caso 3), aunque con menos fuerza que en el caso anterior.
Mary Warnock
Esta filósofa nos plantea el tema de la eutanasia a través de dos casos reales en su obra "Guía ética para personas inteligentes”.
a) El primero trata de una enferma terminal con mucho sufrimiento, así como adelgazamiento y debilidad extremas. Para aliviar el dolor se le administra morfina.
                    La enferma desea morir, tanto para liberarse ella del sufrimiento, como para liberar al marido de la carga que supone la situación.
                    La trata el médico de cabecera que le promete que no morirá por asfixia -que a la enferma le aterra-.
                    Pasado un tiempo, el médico aumenta la dosis de morfina y la enferma muere.

b) El segundo caso plantea la situación de una joven de 20 años que al sufrir un accidente queda en estado vegetativo, aunque con vida autónoma (el corazón y la respiración funcionan sin ayuda artificial).Se le administra alimentación y bebida artificialmente y se le curan las llagas. Se calcula que podría vivir otros 20 años o más. La familia desea que muera físicamente porque considera que como persona ya está muerta. La autora considera que las causas de la situación son distintas en ambos casos; en el primero serían naturales (enfermedad) y en el segundo no-naturales (accidente).
Considera que el argumento esgrimido por personas contrarias a la eutanasia, consistente en defender que hay que dejar seguir el curso natural de la vida sin intervención externa, anularía toda la medicina, pues esta exige siempre intervención externa.
Desde su punto de vista, la moral, en general, establece deberes y obligaciones. En contra de lo que opinan algunas religiones, Warnock considera que no se puede tener un deber u obligación para con uno mismo sino solo para los demás. Por el contrario, muchos de quienes se basan en creencias religiosas defienden que es dios quien otorga/presta la vida lo que generaría una serie de deberes y obligaciones morales. En todo caso, se acepta que la obligación del médico es aliviar el dolor y el sufrimiento (que no serían lo mismo, como bien se demuestra en el caso de los masoquistas, por ejemplo) de los pacientes. Sin embargo, esta obligación se torna problemática (moral y legalmente) en el caso de los enfermos terminales porque, en ocasiones, el alivio del dolor va unido al acortamiento de la vida. ¿Cómo resolver esta situación? La autora señala que muchas personas ­médicos, enfermeras... -que aplican terapias reductoras del dolor/sufrimiento, sabiendo que acortan la vida de la persona enferma, acuden al "argumento del doble efecto” y que consiste en distinguir entre prever un resultado y pretenderlo, es decir, y con otras palabras, entre el resultado y la intención. Warnock entiende que esa distinción lo que busca es excusar al autor negando su responsabilidad en algo no deseable. Además, prosigue, en la práctica es difícil la distinción entre intención y consecuencias -para lo que aporta dos casos paradigmáticos-y aboga por que se unan acciones y consecuencias siempre que se conozcan. Por todo lo anterior -y porque, además, es difícil determinar cuándo empieza una intención y cuando termina otra-considera que el citado argumento tiene una validez bastante dudosa.
La clave que sirve para aclarar este tipo de situaciones, prosigue Warnock, está en tener en cuenta que en las decisiones se hacen "juicios de valor”, lo que implica una jerarquización de los valores.
1.     Esto es lo que lleva a los "defensores de la vida” a afirmar que está moralmente mal tanto quitar la vida como acortarla, matar como dejar morir. Sin embargo, la autora cree que, desde el punto de vista de la ley, hay situaciones en las que se puede distinguir entre matar y dejar morir (como sería el caso de alguien que ve que una persona se está ahogando y aun cuando sabe que tiene capacidad para salvarla sin poner en peligro su vida no lo hace y la persona muere). Pero esta distinción no anularía el principio general de que no hay diferencia moral entre dejar morir deliberadamente y causar la muerte deliberadamente aunque, eso sí, es más cruel la primera de las opciones.
2.     Criterio distinto es la que mantienen algunas personas favorables a la eutanasia al considerar que determinadas vidas no merecen ser vividas (como el caso b) porque a la vida no le daría valor solamente el hecho de no sufrir sino el conjunto de percepciones, capacidades intelectuales, goces, etc. La duda práctica de si el estado vegetativo es realmente permanente, se podría resolver, según Warnock, con la intervención de más de un equipo médico que redacte el diagnóstico.

Frente al "argumento” que utilizan las personas contrarias a la eutanasia, también en casos de EVP o terminales con sufrimiento, y consistente en afirmar que la admisión en esos casos abriría la puerta a una eutanasia descontrolada, la autora lo engloba dentro de las falacias ("falacia de la pendiente resbaladiza”) basadas en la desconfianza irracional en la humanidad.
Para terminar, Warnock realiza las siguientes reflexiones: La clave para juzgar situaciones como las descritas u otras similares está en determinar, en cada caso, el valor de la vida y de la muerte, porque la vida no sería intrínsecamente valiosa, sino que su valor dependería de su "calidad” (nueva referencia a lo afirmado por Ferrater Mora). En última instancia, se trataría de ponerse de acuerdo socialmente acerca de en qué consiste esa calidad y a partir de qué circunstancias se considera que el valor de la muerte es superior al de la vida.
"Matar", "dejar morir" y "ayudar a morir"
Las tres expresiones tienen en común su relación con la muerte pero, además, en los tres casos, hay alguien más que la persona que muere. Efectivamente, por acción u omisión, existen una o más personas que influyen, de una u otra forma, como veremos, en que se produzca esa muerte. Sin embargo, a pesar de esas dos similitudes, no es posible confundirlas, excepto si lo que se pretende es manipular el lenguaje para que concuerde con las creencias de cada cual, como ocurre en el caso de la eutanasia por parte de los mal llamados "defensores de la vida”.
"Matar” es una relación que supone un sujeto de la acción, un agente, y un paciente. En esa relación, la muerte sucede en contra de la voluntad del muriente y puede ser con o sin voluntad del agente (con o sin intención de matar). En el primer caso, hablaríamos de asesinato y, en el segundo, de homicidio involuntario.
"Dejar morir” presupone que existen dos sujetos, quien muere y quien lo observa. Quien observa, sin embargo, es un sujeto que puede intervenir, en el sentido de intentar evitar la muerte, y no lo hace. Esa inacción puede ser la respuesta a una solicitud del muriente, que desearía morir, ser fruto de la incapacidad o cobardía del observador (por ejemplo, cuando alguien se está ahogando y quien lo observa no sabe nadar o, aun sabiendo, teme arriesgarse)
o puede ser que el observador, aun teniendo capacidad para evitarla, desee esa muerte y por eso se inhiba. Moralmente, es loable respetar la voluntad de quien desea morir. La duda se plantea cuando la persona muriente no puede expresar su voluntad o carece de ella. En situaciones así, y cuando hay un acuerdo sobre la irreversibilidad de la misma, la suspensión del tratamiento, el dejar morir a la persona enferma es aceptado incluso por la Iglesia Católica.
"Ayudar a morir” expresa, igualmente, una relación entre dos sujetos, quien ayuda a morir -que puede ser más de una persona-y el muriente. Este, a su vez, puede estar en disposición de decidir libre y voluntariamente o no. En el primer caso, se trataría de una solicitud por parte de una persona (lo que se denomina "suicidio asistido”) y puede ser independiente de la situación clínica del solicitante; en el segundo caso, por el contrario, el sujeto puede estar en una situación clínica de inconsciencia permanente (como en el caso del estado vegetativo permanente o EVP), o en un estado degenerativo con pérdida de las facultades mentales (Alzhéimer) o en un proceso terminal irreversible acompañado de sufrimiento, y estaríamos hablando de ayuda a morir compasiva. Dicho de otro modo: en el primer caso quien ayuda a morir actúa de acuerdo con la voluntad del muriente, mientras que en el segundo caso actúa al margen de dicha voluntad (no contra ella, que sería asesinato) porque se da por supuesto que carece de la misma. Un ejemplo que puede servir de paradigma para distinguir la ayuda a morir (la mal llamada eutanasia) del asesinato, sería el de una relación sexual entre dos personas. En efecto, en ella hay dos individuos con sus correspondientes voluntades. Pues bien, si la relación es consentida podríamos afirmar que esas personas están "haciendo el amor”; pero, si una de las personas no deseara tener dicha relación hablaríamos de violación. El paralelismo es evidente: lo que distingue una acción moralmente buena de otra mala es, en ambos casos, la voluntariedad o no de las personas implicadas. solo se daría asesinato en el caso de que la muerte se produjera en contra de la voluntad del muriente.

viernes, 8 de marzo de 2019

¡Leña al mono!



Me resulta difícil entender la actitud de algunas personas que se dicen de izquierdas, e incluso confiesan ser votantes de Podemos, pero que, una y otra vez, se dedican a criticarlo. Claro, se me dirá que la crítica y la autocrítica son señas de identidad de la izquierda, y no les faltará razón. Sin embargo, cuando la crítica sirve más para fortalecer al rival político que para propiciar un cambio sustancial en la práctica política de quien se critica, la cosa no resulta tan sencilla.
                Antes, fueron los conflictos en el seno del partido en Navarra, con dos bloques claramente enfrentados por sus distintas concepciones de la que debería ser la acción política en esta comunidad. Ahora, el detonante ha sido un cartel, que el propio protagonista ha criticado,  anunciando la vuelta de Pablo Iglesias a la política oficial. En ambos casos, los medios de comunicación (?), casi sin excepción -porque no hay ninguno que comulgue con lo que representa Podemos-, se han lanzado a dar la noticia con grandes titulares y a lo largo de varios días. Durante años, ese partido ha estado haciendo propuestas políticas, la mayoría, por no decir todas, en defensa de los derechos de la ciudadanía más desfavorecida. Poco se encontrará en dichos medios acerca de esas propuestas. Podemos es un partido incómodo para el capital, tanto estatal, como autonómico, tanto unionista como separatista. Por eso, los medios que representan esas ideologías lo silencian, hasta bordear la desaparición forzosa. En nuestro ámbito geográfico, EITB, Diario de Navarra, Diario de Noticias, El Correo, La Ser…son ejemplos palmarios de lo que afirmo.
                En este contexto, caer en el juego de quienes tienen como objetivo el hundimiento y desaparición de ese partido, criticando cosas tan baladíes como la oportunidad o no, la corrección o no, de un cartel me resulta de una candidez que considero que debe ser desvelada. Doy por supuesta la buena fe de quienes ejercen esa crítica desde la izquierda y con finalidades constructivas, pero eso no elimina el error político que supone. Si no se entiende qué diferencia hay entre lo fundamental y lo secundario, si caemos en el juego del capital de ascender a fundamental lo que es secundario cuando se trata de criticar a la izquierda y, por el contrario, de convertir en secundario lo principal cuando se trata de los errores de la derecha que lo representa, la buena fe, el purismo ideológico, será el condimento que servirá para aliñar las políticas antidemocráticas que dicho capital quiere imponer.